"Nadie ignora todo. Nadie sabe todo." (P. Freire)

martes, 8 de abril de 2014

La doctrina del shock y el despertar de la conciencia


A veces me pregunto cómo es posible que las personas seamos capaces de aguantar tanto dolor, tantas injusticias, tanto “sinsentido”. ¿Nos hemos vuelto insensibles? ¿Por qué no se ha producido todavía una revolución ciudadana de las que, por desgracia, acaban rodando cabezas? ¿O es que nos hemos acostumbrado a vivir sin libertad? 

Buscando por las redes encontré una posible respuesta a la quietud actual de los ciudadanos ante la opresión cada vez más fuerte a la que estamos sometidos. Es la llamada “Doctrina del shock”, desarrollada por Naomi Klein en su libro homónimo. La doctrina del shock fue publicado en 2007 y su principal argumento es que el capitalismo contemporáneo se apoya en los grandes desastres, catástrofes y tragedias colectivas para fortalecerse. Klein, apoyándose en las teorías políticas neoliberales de la escuela de Chicago dirigida entonces por Milton Friedman, muestra muchos ejemplos de países en los cuales las políticas económicas basadas en el neoliberalismo, que no hubieran sido aceptadas en tiempos normales, se impusieron aprovechando la confusión y el desconcierto de la población tras sufrir acontecimientos traumáticos. 

Una lectura que puede hacerse aquí es el hecho de que los gobernantes aprovechan las crisis para imponer sus ideas, ideas que no serían aceptadas democráticamente en tiempos normales. 

¿Podría decirse que este ha sido el caso de Chile y Argentina, entre otros? En estos países fueron necesarios crueles golpes militares y una cultura del miedo en los ciudadanos para que estos aceptasen, sin fuerte oposición, una reconversión de su economía regida por los nuevos dogmas económicos. También grandes catástrofes naturales, como tsunamis, terremotos, huracanes e inundaciones, han constituido la ocasión perfecta para que importantes empresas privadas aprovecharan el vacío que provocaron esos desastres para avanzar en la privatización de la economía. Por no entrar a hablar de las guerras, como la de Irak, en las que empresas privadas ven aumentados sus beneficios mediante la fabricación de armamento, helicópteros y misiles. En otras palabras, se lucran con la guerra, se lucran con el mayor crimen contra la humanidad, se lucran con la muerte de personas. 

En el caso de España, no hemos tenido que sufrir, por ahora y afortunadamente, golpes militares, tsunamis ni guerras. Sin embargo, el impacto psicológico que está provocando la crisis en nuestro sentir social ha originado un vacío y una confusión que son aprovechados para dar un paso más en la privatización de muchos servicios públicos hasta ahora en manos del Estado, mermando nuestro cada vez más precario estado de bienestar. En una situación de inseguridad y confusión es mucho más fácil imponer al ciudadano soluciones poco consensuadas por la población que en épocas de prosperidad. El miedo, que es un componente importante de las crisis, suele tener como consecuencia el seguimiento incondicional a quien prometa eliminar su causa o bien reacciones histéricas igualmente improductivas. Y así como en estas situaciones de crisis hay que temer la irrupción de demagogos y dictadores de todo tipo, como sucedió en la Alemania que todos conocemos.

Pero existe un aspecto positivo dentro de esta crisis social-ideológica-económica que se está viviendo en España, como es la creciente movilización popular que en buena parte es el resultado del conocido movimiento del 15-M que, más allá de las incoherencias y contradicciones inevitables en un movimiento plural y asambleario, ha generado un aporte pedagógico que se ha concretado en causas tales como la defensa de la vivienda, la sanidad y la enseñanza. 


“../. Solo una crisis —real o percibida— da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente.  Creo que esa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable” (Milton Friedman en su libro Capitalism and freedom).



Bajo un lema tan esperanzador como “Dormíamos. Despertamos” se ha conseguido que los ciudadanos se unan en una especie de solidaridad social nunca antes vista en España. Incluso resulta sorprendente que algunas de estas movilizaciones han llegado a obtener resultados concretos: se han evitado cientos de desahucios, se han salvado de ser desmantelados algunos hospitales y edificios sociales, algunas leyes se han detenido temporalmente,…. Tal vez estas movilizaciones no sean suficientes para recuperar el control democrático de los asuntos públicos, pero no cabe duda de que son indispensables. 




              


De alguna manera, el estado de sentir que “no hay nada que perder” hace aflorar el estado latente del sentir popular, como es el caso del 15-M y las acciones positivas llevadas a cabo. Nos decía hace unos días un profesor de la facultad en clase que “cuando te encuentras al límite emerge una solidaridad y una bondad misteriosa entre las personas que lo están pasando mal, creándose una especie de solidaridad social”, que él así lo sintió cuando estuvo viviendo en Sudamérica. Entonces ¿Es necesario sentirse así para que aflore lo bueno?  ¿El hombre es malo cuando todo le va bien y se torna bondadoso y concienciado cuando se ve despojado de las cosas materiales? 


No puedo responder a esto pero creo que, como dijo A.S. Neill “El mundo puede encontrar un camino mejor. El mundo debe encontrar un camino mejor. Porque la política no salvará a la humanidad. Nunca lo hizo… demasiadas personas son socialistas porque odian al rico en vez de amar al pobre” (Summerhill, p. 87).


Aquí todavía hay mucho por hablar, así que lo dejaremos para próximas entradas…
  

- Puedes consultar el libro “La doctrina del shock” aquí:


- Puedes ver un documental sobre la Doctrina del shock aquí:


Fuentes de las imágenes:



 

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